El libro y la imprenta manual
El libro impreso constituye un paso más en la historia de la forma del libro. Los primeros libros salidos de la imprenta en el siglo XV todavía imitaban los códices en cuanto a formato, encuadernación, reservas para las iniciales, etc.; pero eran realizados con papel impreso en vez de con papiro o pergamino manuscrito. También debe tenerse en cuenta que antes de utilizarse la impresión con tipos móviles, se realizaron otros libros mediante la técnica xilográfica de origen chino.
El libro xilográfico
La xilografía consiste en imprimir con una plancha de madera en la que previamente se ha tallado la imagen deseada con un buril o una gubia. Se suele utilizar una sola matriz (tabla, taco o bloque) por página. Una vez entintada, se aplica sobre ella el papel mediante una prensa plana (tórculo) y se obtiene así la impresión del relieve. Esta técnica es originaria de China y una de las xilografías más antiguas que se conoce se realizó en Japón en el año 770. En Europa, las primeras xilografías conocidas se realizaron a finales del siglo XIV y comienzos del XV. En cuanto al libro xilográfico, también llamado libro bloque o libro tabelario, el más antiguo conocido se realizó en China y data del año 868, según el propio texto del libro. El primer libro xilográfico europeo es la denominada “Biblia Pauperum” de 1430 y en total, en Europa, el número de libros impresos con esta técnica apenas supera la treintena de títulos. Entre todos ellos suman un centenar de ediciones aproximadamente. A partir de 1480 ya no queda constancia de ninguno, aunque la técnica siguió utilizándose para las ilustraciones hasta finales del siglo XV. Los libros bloque no superaban las cincuenta páginas y se imprimían por una cara, las hojas se pegaban entre sí por la cara no impresa, de manera que parecía impreso por las dos caras. Con la aparición de la imprenta, y debido al laborioso procedimiento requerido para esta técnica, estos libros comenzaron a desaparecer a mediados del siglo XV.
El libro tipográfico
Tradicionalmente se consideraba la imprenta de tipos móviles como un invento europeo de mediados del siglo XV, pero lo cierto es que se trata de un invento chino. A partir del año 960 se utilizaron en China caracteres móviles de madera para imprimir las grandes historias dinásticas y un canon budista. No obstante, se atribuye el invento a Pi Sheng, que en 1045 fabricó los primeros tipos móviles de arcilla endurecida al fuego utilizando moldes de metal; poco después, sustituyó estos tipos cerámicos por otros de estaño, bronce, etc. En el siglo XV los chinos ya habían conseguido perfeccionar considerablemente su sistema de composición e impresión tipográfica.
En Europa, necesariamente debían conocerse estos antecedentes a mediados del siglo XV puesto que los viajes diplomáticos y comerciales con Oriente ya están constatados desde el año 1247. Sin embargo, se considera que la imprenta www.lafabricadelibros.com moderna se creó aproximadamente en el año 1440 en Estrasburgo por Johannes Gensfleich Gutenberg, a partir de la adaptación de una prensa de uvas renana y utilizando tipos móviles de plomo. Los tipos móviles o letras sueltas constituían las imágenes a imprimir, se combinaban para formar palabras y podían reutilizarse para componer otros textos. Era un sistema que se intentaba materializar en distintos partes de Europa desde hacía tiempo, y esto es lo que hace dudar del auténtico origen de la primera imprenta europea. Aunque parece claro que Gutenberg fue el auténtico padre de la tipografía, también se han propuesto otros nombres como: el holandés Lorenzo Koster, Johann Mentelin de Estrasburgo, Johannes Brito de Brujas, el italiano Pamfilo Castaldi, etc.
Parece ser que en torno al año 1452 Gutenberg, contando aún con el apoyo financiero de Johann Fust, comienza a componer la Biblia de 42 líneas, también llamada Biblia latina o Biblia de Gutenberg, que es la única obra que se le puede atribuir con seguridad. Poco después, Fust se asoció con el calígrafo de Gutenberg, Peter Schöefer y de su taller salieron obras ejemplares: el Psalmorum codex o Salterio de Maguncia (1457), la primera obra que lleva: pie de imprenta indicando el año y el lugar de impresión, ilustraciones con letras grabadas, impresión en más de un color y marca de impresor; el Rationale divinorum officiorum (1459), las Constituciones clementinas (1460) y la Biblia de 48 líneas.
La difusión de la imprenta es muy rápida por toda Europa, sobre todo, gracias a tipógrafos ambulantes que, desde Alemania, llevaron el invento a diferentes lugares: el monasterio de Subiaco en Italia (1462), Cracovia, Basilea (1468), Viena (1470), París (1470), etc. En España se supone que la primera imprenta fue instalada el año 1472 por Johann Parix en Segovia, donde imprimió en tipos romanos el primer libro español conocido (Sinodal de Aguilafuente).
Los incunables
A los libros impresos entre la fecha de aparición de la imprenta y el año 1500, se les denomina paleotipos o incunables (del latín incunabula, en la cuna) en alusión al reciente nacimiento de la imprenta. El límite del año 1500 fue propuesto por Philippe Labbé en 1653, pero no es lo bastante exacto porque en muchos países, en los que la imprenta se introdujo más tarde, se suele alargar el periodo de incunables otros cincuenta años. Además, en torno a ese año no hay nada concreto que distinga los libros producidos antes o inmediatamente después; incluso el criterio de la calidad es engañoso, puesto que ejemplares realizados antes de ese año en los talleres venecianos alcanzaban una perfección que no tenían otras obras posteriores al 1500 debido a que estaban realizadas en imprentas más primitivas y artesanales.
Las características que distinguen a la mayor parte de los incunables son las siguientes: están realizados en gran formato, el papel es grueso y con imperfecciones, no llevan pie de imprenta, carecen de portada, no tienen letras capitales, les faltan las divisiones del texto, están foliados pero no paginados, no tienen signos de puntuación y presentan un uso exagerado de abreviaturas.
En cuanto a las temática tratadas en estos libros, la mayoría eran de tipo litúrgico y eclesiástico (misales, breviarios, diurnales, etc.), también se imprimieron las primeras biblias en lengua vulgar y las principales obras medievales de san Agustín, san Alberto el Magno, san Buenaventura, san Bernardo, etc.
Evolución del libro impreso
En el libro de los tres siglos siguientes a la invención de la imprenta apenas se producen cambios técnicos significativos en comparación con los cambios sociopolíticos, religiosos y culturales (Reforma luterana, Contrarreforma, Ilustración) que tanto influyeron en el contenido de las obras.
Inicialmente, hasta mediados del siglo XVI, el libro impreso convivió con el manuscrito y se observa cierta continuidad con el siglo anterior; no obstante, las obras fueron adquiriendo características que las iban diferenciando de los incunables: los formatos más pequeños, la encuadernación y decoración renacentistas, el mayor uso de la portada, la preferencia por la letra romana en vez de la gótica y el empleo de la calcografía en lugar de la xilografía en las ilustraciones. En el siglo XVIII, tuvo lugar un amplio resurgimiento del arte tipográfico y una mayor preocupación por la calidad del libro. Las ilustraciones, que se hacían en la técnica del grabado en metal y del grabado al aguafuerte, predominaban claramente sobre el texto. En general, las ediciones de este periodo alcanzaron unos niveles de perfección pocas veces igualados en tiempos posteriores.
Los temas siguen siendo predominantemente religiosos. Se realizaron importantes ediciones de las llamadas biblias políglotas, en las que se reunían los textos en varias lenguas (latín, griego, hebreo, árabe, etc.). Destacaron especialmente: la Biblia Complutense o de Alcalá (1514-1516), la Biblia políglota regia o de Amberes (1568-1572) y la Biblia políglota de Antoine Vitré en nueve volúmenes (1628-1655). La Vulgata clementina, considerada aún la Biblia oficial católica, data de 1592. Entre los libros laicos destacan los dedicados a la enseñanza (diccionarios, manuales, gramática, etc.) y las obras de los autores clásicos (Virgilio, Homero, Aristóteles, Ovidio, etc.). El primer libro considerado un best-seller aparece en 1532, es el Orlando furioso de Ludovico Ariosto, el libro más vendido de la época junto con los escritos de Erasmo y Lutero. En España cabe destacar la edición de 1605 del Quijote de Cervantes, impresa en Madrid, en los talleres de Juan de la Cuesta. En cuanto a las enciclopedias, las más vastas obras del periodo, destacan la Cyclopaedia de Chambers (1728) y la Encyclopédie de Diderot y D’Alembert (1751-1765).
Las bibliotecas experimentan un gran crecimiento al incrementarse el patrimonio escrito con del desarrollo de la imprenta. A partir del Renacimiento, se pusieron al servicio público y el libro comenzó a ser considerado un instrumento fundamental para fomentar la cultura y la transmisión de nuevas ideas. En Italia recibieron un gran impulso gracias a figuras como Petrarca, Boccaccio o el propio papa Nicolás V, que fundó la Biblioteca Vaticana; con los Médicis, en 1441 se funda la Biblioteca Marciana y en el 1524 la Laurenziana, obra de Miguel Ángel. En el siglo XVI comenzaron a aparecer las bibliotecas que luego derivarían en las llamadas bibliotecas nacionales: París (1522), Viena (1526), Berlín (1661), Madrid (1712), Museo Británico (1753), etc. Otras bibliotecas destacadas fueron la del monasterio de El Escorial (1565) en España, la Ambrosiana en Italia (1608) y la Mazarina en Francia (1643).
También se fundaron importantes bibliotecas universitarias en Estados Unidos, en Harvard (1638), Yale (1701) y Columbia (1761). La primera biblioteca popular apareció en Carolina del Sur en 1700 y, poco después, Benjamín Franklin fundó la de Filadelfia (1731).
El libro en la era mecánica
Los siglos XIX y XX supusieron, como consecuencia directa de la revolución industrial, que el libro alcanzara un desarrollo desconocido hasta entonces. Los avances técnicos y su aplicación a los procesos productivos cambiaron definitivamente los métodos artesanos de tiempos pasados por sistemas mecanizados más rápidos y efectivos. Por otro lado, el libro dejó de ser patrimonio de minorías privilegiadas ya desde comienzos del siglo XIX y fue llegando a todos los sectores de la población en el siglo XX, gracias a la generalización de la educación y al auge del periodismo, que fomentó enormemente el interés por la lectura.
Entre los avances técnicos que consolidaron la mecanización de la imprenta en el siglo XIX podemos destacar: la utilización de la pasta de papel y la fabricación de la hoja de papel continuo, los nuevos procedimientos de composición mecánica de textos (linotipia y monotipia), las nuevas prensas (prensa de vapor y prensa rotativa) y las técnicas de ilustración (litografía, linotipia y fotograbado).
En el siglo XX todos estos descubrimientos fueron mutando hacia nuevas formas cada vez más perfeccionadas que permitieron aumentar el ritmo de producción y abaratar los costes. Las máquinas impresoras y encuadernadoras se fueron automatizando gracias a la tecnología informática. La linotipia y monotipia del siglo anterior son sustituidas por la fotocomposición y ésta, a su vez, por la autoedición. Los siguientes adelantos técnicos, como consecuencia de la aplicación combinada de herramientas informáticas y telemáticas, fueron la técnica conocida como computer to film, que permitía el envío de la imagen desde el ordenador a la superficie de una película (fotolito); y la técnica que superó a ésta, actualmente en uso, conocida como computer to plate, que permite pasar directamente la imagen desde el ordenador a la plancha de impresión. La impresión digital parece el siguiente paso lógico en esta evolución; no obstante, la producción mediante esta técnica es normalmente baja y se utiliza en tiradas pequeñas, constituye la llamada “impresión bajo demanda” (print on demand).
Otro fenómeno de este periodo es la comercialización masiva del libro y los cambios que tuvieron lugar en la empresa editorial, sobre todo, por el efecto combinado de tres aspectos claves: los adelantos en el campo de las artes gráficas, que permitieron el abaratamiento del producto, haciéndolo más accesible; la educación, cada vez más generalizada; y el auge de la cultura en todos los ámbitos sociales. En el siglo XX la función del editor se independizó de la del impresor y el librero. Para atender a la gran demanda de libros, aparecieron importantes editoriales que impulsaron nuevas vías y modernos métodos de comercialización y distribución de los libros. Algunos de estos métodos son los clubes del libro, la venta por correo y el libro de bolsillo. Actualmente, las ediciones de bolsillo siguen teniendo gran éxito, su origen se remonta al año 1935, con la colección Penguin Books del inglés Allen Lane. Se trata de un libro de pequeño formato, encuadernado en rústica, muy económico y que suele contener obras clásicas y modernas ya consagradas. Los primeros clubes del libro surgieron en Estados Unidos en la segunda década del siglo XX con el propósito de orientar a sus socios en las lecturas más recomendables. En lo que se refiere a la venta por correo, el editor o el librero, mediante anuncios en prensa, a través de catálogos o utilizando Internet, pone sus libros a disposición del cliente.
En cuanto a las bibliotecas, desde la segunda mitad del siglo XIX se inicia el actual proceso de completo desarrollo. Poco a poco han ido surgiendo diferentes tipos de bibliotecas (públicas, universitarias, nacionales, municipales, infantiles, www.lafabricadelibros.com especializadas, etc.) y, como servicio público, han consolidado su función activa en la difusión de la cultura. Entre sus avances más significativos está la profesionalización del bibliotecario, los nuevos métodos de cooperación entre bibliotecas y la informatización de los registros. En los últimos años, si bien asistimos a una expansión creciente con nuevas construcciones o ampliaciones de bibliotecas existentes, se ha de hacer frente al problema de la falta de espacio, como consecuencia del constante aumento de ejemplares en sus fondos, en forma de libro tradicional o en otros soportes audiovisuales: CD, DVD, CD-ROM, etc.
El futuro del libro
En el siglo XXI se está desarrollando ampliamente una nueva forma de libro, el libro digital o electrónico, también llamado e-book. Este término, en la práctica, está resultando bastante ambiguo, pues suele utilizarse igualmente para referirse a un texto informatizado o al dispositivo electrónico destinado a la lectura de obras digitalizadas. Propiamente, un libro electrónico o digital consiste en un texto informatizado que puede ser leído y/o escuchado mediante un equipo informático; puede ser un ordenador, un televisor, una agenda o un lector electrónico. Este último, está adquiriendo un aspecto en sus últimos diseños que lo acercan cada vez más a la forma del libro tradicional, combinando así algunas ventajas del libro impreso (versatilidad, ligereza, comodidad lectora) con la capacidad de almacenamiento y las posibilidades hipertextuales del libro digital.
El libro en formato electrónico se está implantando en muchos sectores profesionales (Medicina, Derecho, Ingenierías, etc.) en los que se están utilizando muchos libros de consulta, y donde se suelen manejar datos e información de diferentes documentos al mismo tiempo. También es frecuente en ediciones de medios educativos por las posibilidades de interacción que permite a los estudiantes, en las enciclopedias, los diccionarios, así como en ediciones especiales de obras de gran valor histórico o artístico. Además, los continuos proyectos que inciden en su desarrollo y evolución apuntan hacia un brillante futuro para esta forma de libro. También se debe tener en cuenta el enorme potencial informativo de Internet, así como las posibilidades que brinda para manejar documentos y herramientas informáticas de todo tipo. Aunque también existen bibliotecas virtuales en las que se puede acceder a las obras más significativas, la propia red funciona como una gran “biblioteca” con la mayor parte de sus fondos disponibles.
En cuanto a la pregunta que tanto interés está suscitando los últimos años respecto a si el libro electrónico sustituirá al libro impreso, sin entrar en las polémicas que suscitan seguidores y detractores del e-book, se puede adelantar que ambas formas convivirán perfectamente y podrán complementarse. No debe perderse de vista que tanto uno como otro son el resultado de un proceso tecnológico que, en el caso del libro tradicional, ha alcanzado una perfección envidiable, sobre todo, en cuanto a su capacidad para estimular nuestros sentidos y fomentar el placer de la lectura.
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